El título de este articulo corresponde al primer capítulo de uno de los libros sobre inversión más importantes que jamás se hayan escrito: El Inversor Inteligente. Esta joya de la inversión no solamente ofrece unos increíbles consejos prácticos sobre cómo invertir en la Bolsa, sino que también aporta enseñanzas desde el punto de vista emocional para manejarse eficientemente a través de las fluctuaciones del mercado.
Para muchos, la obra maestra de Graham es un clásico de la literatura financiera e incluso muchas personas lo consideran la Biblia de las inversiones. De hecho, el mismísimo Warren Buffett afirma que es el mejor libro que jamás se haya escrito sobre el tema. Sin duda alguna, El Inversor Inteligente es una obra obligada para cualquier persona que desee comenzar a invertir, independientemente de su edad, perfil o ambiciones.
Asimismo, si algo he pretendido expresar en mis notas pasadas, es que invertir no es algo que deba tomarse a la ligera ni con base en corazonadas. Jugar con la suerte no es lo mismo que operar en un contexto de incertidumbre como lo son los mercados. Es por eso que, en este artículo, nos pasearemos por algunas de las consideraciones más importantes reveladas en los primeros capítulos de El Inversor Inteligente como base fundamental para establecer una diferencia clara entre lo que son los procesos de inversión y de especulación.
¿Qué quiere decir Graham cuando emplea el término «inversor»?
A lo largo del libro el término “inversor” se emplea constantemente en contraposición al término “especulador”. Ya en 1934, en su primer libro, Security Analysis, Graham trató de formular con precisión la diferencia que existe entre los dos términos de la siguiente manera: «Una operación de inversión es aquella que, después de realizar un análisis exhaustivo, promete la seguridad del principal y un adecuado rendimiento. Las operaciones que no satisfacen estos requisitos son especulativas».
La definición de inversión de Graham no puede ser más clara: «Una operación de inversión es aquella que, tras un análisis exhaustivo, promete seguridad para el principal y un adecuado rendimiento». Partiendo de esta idea, se debe tener en cuenta que invertir, según Graham, es una actividad compuesta por tres elementos de igual trascendencia:
-Es necesario analizar exhaustivamente la empresa y la solidez de sus negocios subyacentes.
-Es necesario protegerse deliberadamente frente a pérdidas graves.
-Se debe aspirar a unos resultados «adecuados», no a unos resultados extraordinarios.
Con estos 3 puntos en mente, se puede definir al inversor como aquel que calcula lo que vale una acción atendiendo al valor de sus negocios. Mientras que el especulador es aquel que apuesta que una acción subirá de precio porque otra persona estará dispuesta a pagar más por ella. Como dijo Graham en una ocasión, los inversores juzgan «el precio de mercado en función de unas reglas de valor establecidas», mientras que los especuladores «basan sus reglas de valor en el precio de mercado». Para un especulador, la incesante sucesión de cotizaciones de la acción es como el oxígeno; si se corta el suministro, fallece. Para el inversor, lo que Graham denominaba valores «de cotización» importan mucho menos.
Con base en esto, Graham le apremia a invertir únicamente si se sentiría cómodo siendo propietario de una acción, aunque no tuviese ninguna forma de conocer su cotización diaria. La idea principal detrás de este pensamiento es que las personas que invierten ganan dinero para sí mismas; mientras que las personas que especulan ganan dinero para sus corredores. Ése, a su vez, es el motivo de que Wall Street siempre minusvalore las virtudes duraderas de la inversión y acentúe el llamativo atractivo de la especulación.
En este punto, Graham revela que es esencial forjar una diferencia clara entre especulación e inversión. El inversor se considera dueño de una empresa y, por lo tanto, quiere que sea un negocio rentable y que tenga beneficios sostenibles en el tiempo. Al inversor no le importa dar tiempo al tiempo para ganar dinero en bolsa. Por el contrario, el especulador busca obtener beneficios sin importarle en qué empresa pone su dinero. Al especular, si la persona se equivoca se pueden llegar a obtener resultados desastrosos y perder mucho dinero. Graham expone que es preferible obtener resultados seguros a largo plazo que intentar conseguir dinero de forma rápida especulando.
Consideraciones importantes sobre la especulación
Graham explica en El Inversor Inteligente que la especulación sin matices no es ni ilegal, ni inmoral ni para la mayoría de las personas un método de engrosar sus portafolios. Al margen de estos puntos, Graham afirma que un cierto nivel de especulación es a la vez necesario e inevitable para la mayoría de los inversionistas, porque en muchas situaciones que afectan a las acciones existen sustanciales posibilidades tanto de obtener beneficios como pérdidas, y los riesgos de dichas circunstancias deben ser asumidos por alguna persona.
Asimismo, en el libro se afirma que, así como hay especulación inteligente, hay inversión inteligente. No obstante, hay muchas formas de conseguir que la especulación no sea inteligente. Entre ellas las más destacadas son: (1) especular en la errónea creencia de que lo que se está haciendo en realidad es invertir; (2) especular de manera seria en vez de hacerlo como mero pasatiempo, si se carece de los adecuados conocimientos y capacidades para hacerlo; y (3) arriesgar en operaciones especulativas más dinero del que se puede permitir perder.
De acuerdo con la concepción conservadora de Graham, por ejemplo, todos los no profesionales que operen a margen deberían reconocer que están especulando “ipso facto”, y es obligación de su corredor advertirles de que lo están haciendo. Además, cualquier persona que compre un valor de lo que han dado en denominarse acciones «recalentadas», o que haga cualquier tipo de operación que en esencia sea similar a ésa, está especulando.
Indudablemente, la especulación es fascinante, y puede ser muy divertida siempre y cuando sus resultados sean favorables. Una manera de participar en esta actividad -si quiere probar suerte- podría realizarse separando una porción, cuanto más pequeña mejor, de su patrimonio, colocándola en una cuenta separada y que tenga como único destino este fin. ¿Recomendación? No añada nunca más dinero a esta cuenta simplemente porque el mercado ha evolucionado al alza y los beneficios son cuantiosos. (En realidad, ése será, precisamente, el momento de empezar a pensar en la posibilidad de retirar dinero del fondo especulativo). No mezcle nunca sus operaciones especulativas y sus operaciones de inversión en la misma cuenta, ni en ninguna parte de su proceso de reflexión.
¿Qué hace falta para invertir con éxito?
“Para invertir con éxito durante toda la vida no es necesario un coeficiente intelectual estratosférico, un conocimiento empresarial extraordinario ni información privilegiada. Lo que hace falta es una infraestructura intelectual que permita adoptar decisiones y la capacidad de evitar que las emociones deterioren esa infraestructura”
Esta frase de Benjamin Graham establece de manera precisa y clara la infraestructura que hace falta y lo que le corresponde aportar al inversor para invertir con éxito: la disciplina emocional. Como establece el libro, el arte de la inversión tiene una característica que por lo general no se aprecia. Es totalmente factible que el inversor principiante obtenga un resultado considerable, aunque no sea espectacular, aplicando un mínimo esfuerzo y capacidad comprando un índice del mercado; sin embargo, para mejorar este nivel de retorno en relación al riesgo asumido es necesario mucha dedicación y mucho más que una dosis finita de sabiduría.
Si el inversor simplemente está tratando de aportar un tímido conocimiento a su estrategia de inversiones, en vez de obtener unos resultados “un poco mejores” de lo normal, podría acabar obteniendo peores resultados que si no hubiese realizado ese pequeño esfuerzo.
Dado que cualquier persona puede igualar los resultados medios del mercado, limitándose a comprar y conservar una cesta representativa de las cotizaciones, podría parecer comparativamente sencillo mejorar la media; sin embargo, es un hecho que la proporción de personas inteligentes que tratan de lograr ese resultado y que fracasan es sorprendentemente grande.
Incluso la mayoría de los fondos de inversión, con todo su personal experto, no han obtenido unos resultados tan brillantes a lo largo de los años como el mercado en general. De la misma manera, las predicciones publicadas por la mayoría de los analistas del mercado de valores, así como las elaboradas por los agentes de bolsa -basadas en complejos cálculos- han sido menos fiables que si las hubiesen elaborado limitándose a lanzar una moneda al aire.
Es por estas razones, que la distinción entre inversión y especulación siempre ha sido útil, y el hecho de que esa distinción esté desapareciendo en la actualidad es un motivo de preocupación. Wall Street como institución, afirmaba Graham, haría bien si recuperara esa distinción y la exhibiese explícitamente en sus relaciones con el público. De lo contrario, las bolsas de valores podrían ser acusadas algún día de ser las causantes de las pérdidas extraordinariamente especulativas, con el argumento de que quienes las habían sufrido no fueron suficientemente advertidos contra ellas.
Pensamientos finales: Principios básicos de la inversión según Benjamin Graham
Para concluir esta nota, consideremos lo que Graham desplegó como sus principios básicos y que tienen por lo menos la misma validez en la actualidad que la que tuvieron durante su vida:
-Una acción no es un simple símbolo en una tabla de cotización o un pulso electrónico; es una participación en la propiedad de un negocio real, con un valor subyacente que no depende de la cotización de la acción.
-El mercado es un péndulo que oscila constantemente entre un optimismo insostenible (que hace que las acciones sean demasiado caras) y un pesimismo injustificado (que hace que sean demasiado baratas). El inversor inteligente es un realista que vende a optimistas y compra a pesimistas.
-El valor futuro de todas las inversiones es una función de su precio actual. Cuanto mayor sea el precio que se paga, menor será la rentabilidad que se obtenga.
-Por mucho cuidado que se ponga, el único riesgo que ningún inversor puede eliminar por completo es el riesgo de equivocarse. Únicamente si se insiste en el «margen de seguridad», no pagar nunca un precio excesivo, por interesante que pueda parecer una inversión, se pueden minimizar las probabilidades de cometer un error.
-El secreto del éxito financiero está dentro de la persona. Si se llega a ser un pensador crítico que no acepta ningún «hecho» del mercado de valores como artículo de fe, y si se invierte con una confianza paciente, se podrá sacar un buen partido de manera sostenida, incluso en los peores períodos bajistas del mercado.
Con estos principios como base, y desarrollando la disciplina y el coraje personal, el inversor puede impedir que los cambios de humor de los otros agentes del mercado rijan su destino financiero personal. Al final, el comportamiento que tienen las inversiones de una persona es mucho menos importante que el comportamiento que tiene esa persona. Asimismo, todo esto refuerza la advertencia de Graham de que hay que dar a la especulación el mismo tratamiento que los jugadores veteranos dan a sus visitas al casino:
-Nunca debe engañarse, creyendo que está invirtiendo cuando en realidad está especulando.
-La especulación se hace mortalmente peligrosa en el momento en el que uno empieza a tomársela en serio.
-Debe poner límites estrictos a la cantidad que está dispuesto a apostar.
Como bien concluye Jason Zweig en los comentarios de El Inversor Inteligente: para bien o para mal, el instinto jugador forma parte de la naturaleza humana. Por lo tanto, para la mayor parte de las personas es inútil incluso intentar suprimirlo. En cualquier caso, tiene que conseguir limitarlo y controlarlo. Ésa es la mejor forma de asegurarse de que nunca se engañará ni confundirá especulación con inversión.