Si le preguntáramos a un grupo de inversionistas qué es lo más importante que necesitan para invertir en bolsa, ¿Qué dirían? ¿Una base sólida de conocimientos técnicos? ¿Mucho dinero? ¿Tener una carrera de economía o contaduría? ¿Ser muy inteligente? O, ¿Tener suerte? Desde mi experiencia, hay algo fundamental que cualquier persona necesita a la hora de invertir: el control de sus emociones ante los vaivenes del mercado.
Y es que los mercados siempre caen. Por supuesto, que la tendencia a largo plazo de las acciones es al alza, dado que son un reflejo del desarrollo constante de los países y sus economías, pero este crecimiento no es en línea recta, por lo que debe ser normal por parte del inversor esperar que los mercados tengan un comportamiento cíclico y eventualmente presenten retrocesos en sus cotizaciones.
En los últimos años, lamentablemente, esta percepción desapareció completamente del horizonte. Los inversionistas -sobre todo los más noveles- nos acostumbramos a la tendencia prácticamente infranqueable del mercado alcista más longevo de la historia, recién terminado tras el abrupto brote del Coronavirus. Para muchos fue un shock. Para otros tantos, fue su primera experiencia de un mercado bajista. Pero bastaba simplemente con revisar el comportamiento histórico del mercado durante el siglo pasado para no ceder ante el pánico.
El mercado norteamericano, por ejemplo, cayó 10% o más cada 2 años en el siglo pasado, y entró en un mercado bajista –una caída de 20% o más- cada 6-7 años. Al cierre de 2019 -sin querer hacer leña de árbol caído- nuestro estado de cautela tuvo que haber estado al máximo, tras un rendimiento en promedio de más de 28% entre los principales índices, tras más 140 meses de mercado alcista y con muchos indicadores sonando la alarma de recesión.
El Mercado es un péndulo
Independientemente de la situación en la que nos encontremos, ya sea del lado eufórico del mercado o de la oscura cara bajista, la idea principal que quiero destacar es que indiscutiblemente, los cambios de humor en los mercados de valores se asemejan al movimiento de un péndulo. En general, el punto medio del péndulo es el que mejor representa la ubicación del mismo, pero la realidad es que, pasa muy poco tiempo ahí. En cambio, casi siempre se mueve hacia o desde los extremos de su arco.
Esta oscilación es una de las características más fiables del mundo de las inversiones, y de acuerdo con la leyenda del mundo de la inversión, Howard Marks, la psicología de los inversores parece pasar mucho más tiempo en los extremos que en un «feliz punto medio». De hecho, es el movimiento hacia un extremo en sí mismo el que suministra la energía para su regreso.
Ya lo decía también Benjamin Graham, el padre del Value Investing: “El mercado es un péndulo que oscila constantemente entre un optimismo insostenible (que hace que los activos sean demasiado caros) y un pesimismo injustificado (que hace que los activos sean demasiado baratos). El inversor inteligente es una persona realista, que vende a optimistas y compra a pesimistas.
Entender las oscilaciones del mercado nos obliga a tener una visión a largo plazo
La necesidad de ignorar los eventos del mercado conlleva irreparablemente a una perspectiva a largo plazo y a estar preparado para mantener una inversión hasta que esta realice su valor potencial sin importar lo que diga el público en general o lo que transmita el precio de la acción. Es por esta razón, que los partidarios de la inversión en valor consideramos que sólo en el largo plazo los mercados tienden a la eficiencia, y que en el largo plazo el precio de las acciones armonizará con su valor intrínseco. En cambio, en el corto plazo, el mercado puede ser ineficiente y por motivos coyunturales el precio puede que no refleje el verdadero valor de la compañía.
En momentos de extrema negatividad –como el que atravesamos desde el 19 de febrero hasta el 23 de marzo- en el que los precios de los activos bajan tanto, el riesgo de una pérdida permanente (el verdadero riesgo que debería preocuparnos) es altamente improbable, lo que nos ofrece muy buenas oportunidades de inversión con bajo riesgo y alta rentabilidad en el largo plazo.
Por el contrario, deshacer posiciones en fases del mercado de máxima desesperanza y desilusión supone materializar las pérdidas en el peor momento. Probablemente, como destaqué en mis notas pasadas, es el mayor error que podemos cometer en una inversión.
Tomemos el siguiente ejemplo: Entre los datos más impactantes que podemos encontrar está la rentabilidad media ofrecida por el S&P 500 frente a la rentabilidad media real obtenida por los inversionistas que invierten en la bolsa. Mientras que la bolsa norteamericana ofreció una rentabilidad media de casi el 10% de 1990 a 2010, el inversor promedio obtuvo menos de un 4%.
¿Por qué? En general, porque los inversores no saben separar sus decisiones de inversión de sus emociones. Y es que, sin duda, ese es el aspecto más difícil en la inversión. Generalmente, los inversores suelen evitar realizar pérdidas hasta que el miedo les puede y venden perdiendo más de lo que toleraban inicialmente. Por otro lado, son más impacientes a la hora de tomar ganancias. Los inversionistas solemos tener exceso de confianza en épocas alcistas, minusvalorando los riesgos y exceso de miedo en épocas bajistas. Y el “efecto manada”, posiblemente, sea el factor que más factura nos pasa. No tener independencia en nuestras decisiones de inversión hace que nos equivoquemos constantemente vendiendo y comprando en los peores momentos, y por esa razón, es que se hace tan complicado –incluso para los profesionales- batir al mercado de manera consistente a largo plazo.
En estos casos, suele ser una buena idea acudir a un asesor financiero que entienda la psicología detrás de las inversiones para que amortigüe nuestra euforia y nuestro miedo. En los 20 años que van de 1990 a 2010 se experimentaron muchos extremos, desde la burbuja tecnológica, pasando por los atentados a las torres gemelas, hasta la crisis de las “Hipotecas Subprime” de 2008. Es por eso que tras la crisis –aún vigente- del Coronavirus, no nos extraña que los inversores se hayan visto sobrepasados por las emociones.
Algo vital que hay que entender: Nadie sabrá nunca que harán los mercados
Sería maravilloso poder predecir con éxito las oscilaciones del péndulo y moverse siempre en la dirección apropiada, pero esta es ciertamente una expectativa poco realista. Considero que es mucho más razonable tratar de (1) mantenerse alerta para las ocasiones en que el mercado ha llegado a un extremo, (2) ajustar ligeramente nuestro comportamiento y, (3) lo más importante, negarse a caer en línea con el comportamiento de manada que hace que tantos inversionistas se equivoquen en las cimas y en los fondos.
El giro emocional desde finales de 2019 hasta primer trimestre de 2020 desde el extremo positivo hasta el negativo y viceversa, ha sido rápido e impresionante. Nadie puede decir si llegó demasiado pronto o fue demasiado lejos, y somos cautelosos de que estos resultados recientes pueden haberse realizado sin una gran mejora en la economía. Sin embargo, pienso que en estos momentos el adjetivo «razonable» hace un mejor trabajo al tratar de describir el momento en el cual se encuentran los precios de los activos que decir simplemente que son excesivos. Es decir, el péndulo está más cerca del punto medio en este momento que de un extremo.
En el péndulo, la volatilidad y la paciencia son nuestras aliadas
Y es que como diría Francisco García Paramés, la volatilidad nos permite conseguir oportunidades que sin ellas no existirían. Cuanto más cae un mercado, más oportunidades hay de encontrar compañías infravaloradas. El inversor debe aprovechar estas caídas para reforzar su cartera de inversión y tomar impulso en busca de una mayor rentabilidad futura. Asimismo, la paciencia es uno de los grandes pilares sobre los que se sustenta la inversión. Los inversores tienen que ser pacientes al invertir en compañías que el mercado está penalizando por el motivo que sea. Esa paciencia debe estar sustentada, como siempre, por un exhaustivo proceso de análisis para entender que los motivos de dicho castigo sean temporales y que se trata de un buen negocio con ventajas competitivas sostenibles en el largo plazo.
Reflexiones finales: ¿Cuál debe ser nuestra misión como inversionistas?
Howard Marks escribió en su libro “The Most Important Thing” que hay muy pocas cosas de las que los inversionistas pueden estar seguros, pero que esta, es una de esas: “el comportamiento extremo de los mercados siempre cambia de signo. Aquellos que piensan que el péndulo se va a mover siempre en una dirección sufrirán perdidas de una manera u otra. Aquellos que sean capaces de entender la mecánica del movimiento pendular, pueden obtener grandes beneficios”.
Todas nuestras actividades deben originarse de la certeza de que lo que más importa para comprobar el éxito o el fracaso de una inversión debe derivarse de la relación entre el precio que se paga y lo que vale el activo. Esta relación en el mercado entre el precio y el valor depende en gran medida de cómo se ven las cosas en ese momento y de los factores de actitud que determinan el comportamiento del inversor (el péndulo).
Particularmente, suelo pasar mucho tiempo pensando (y algo de tiempo escribiendo) sobre el efecto que tiene el comportamiento de los inversionistas en el precio de los activos, ya que creo que esto será determinante para el éxito de las inversiones que hagamos. Y es que como hemos estado discutiendo, la oscilación del mercado entre la euforia y la depresión, y por tanto entre el sobreprecio y la infravaloración, es lo que genera las mejores oportunidades de inversión y es una de las pocas cosas en el mundo de las inversiones de las que podemos depender.